Museo Virtual
Sobre el Museo Virtual
El museo virtual de escultura metálica de Villaldemiro nace con el propósito de crear un espacio en red donde generar una atmósfera expositiva y de conservación de obras escultóricas visitable por estudiosos y amantes del arte, utilizable en seminarios y en red con otros museos nacionales y extranjeros, sin restricciones horarias, desplazamientos y gastos. Un proyecto de acceso abierto a incorporar nuevos escultores, sea por donación de las esculturas o la cesión de imágenes, cuyo fin es inspirar un espacio ciber donde fortalecer el ejercicio de la escultura metálica y la exposición digital y experimental de artistas que quieran colaborar y desarrollar nuevas actividades inmersivas.
Se inaugura con esculturas del fondo propio y las correspondientes a la donación de la obra de Andrés Javier Villa Pérez (1953-2011).
Sobre Andrés Villa Pérez
Andrés Javier Javier Villa Pérez (1953 – 2011) español, nacido en Chile descendiente de abuelos de origen burgalés (Villaldemiro) fue un antropólogo, escritor de poesía y narrativa, escultor en madera y metal.
Biografía completa de Andrés Villa Pérez
Poeta y escultor nace en Chile, descendiente de abuelos de origen burgalés (Villaldemiro). Por circunstancias políticas en 1975, ya en plena dictadura de Pinochet, se exila primero en Bruselas y luego Barcelona donde se nacionaliza. En 1980 convalida sus títulos de Antropología y Sociología en el Departamento de Antropología Cultural de la Universidad de Barcelona. Sus intereses intelectuales se centran en la Antropología del Espacio y en las formas espaciales que enlazan la literatura, el arte y el paisaje.
A lo largo de los años 80 y 90, su escritura se sitúa en el paisaje de la hoja en blanco en busca del ritmo y las formas espaciales del verso y la narrativa. Publica tres libros de poemas, Tras el Umbral (1986) Las bregarias (1987) Elviremas (1989) en la editorial Devenir (Madrid) y las narraciones Bacalao al pil-pil y otras recetas (Editorial el Clavel, Barcelona, 1998) y El sol grabado en la piel, (Editorial Altera, Barcelona, 2001), dejando dos novelas inéditas y poemas que van a ser motivo de un poemario recopilador en la editorial Devenir (2018). Simultáneamente, en esos años realiza dibujos, especialmente mascaras, a tinta pluma sobre papel cuyos trazos estrictos y proporciones son estudios para ser plasmados en placas de metal dando incluso cobijo espacial a alguno de sus poemas. Posteriormente, en su proyecto experimental en busca de una poética del espacio encuentra cauces en la ejecución de pinturas al óleo y acrílicas, grabados a punta seca sobre planchas de zinc y cobre, bruñidos con disolventes, ácidos y resinas, así como esculturas en madera realizando en metal sólo pruebas de composición por estar falto de técnica y un taller donde trabajar.
A finales de los 90, en una estancia larga en Estados Unidos tiene la oportunidad de matricularse en un curso de escultura metálica que impartía el profesor Rob Licht en el Ithaca College y en el Adult Education at Cornell University. Se inicia así en las teorías y técnicas de Julio González (1876-1942) y David Smith (1906-1965) denominados masters of the torch. Estos maestros del soplete poseían, previo a su desarrollo artístico, el conocimiento de la herrería y la metalistería en su profesión artesana e industrial, lo cual les permite adherirse al nomadismo estilístico de la época usando el soplete para dibujar –recortar, perforar y soldar- el metal en el espacio. Una destreza técnica que aporta una ruptura de estilos respecto a la reproducción volumétrica por vaciado y, como innovación estética, abre y cierra el espacio escultórico con líneas despejadas o en cadencia rítmica y resalta las suturas del fundido, las superficies toscas y los fragmentos irregulares.



En esta tradición y taller, Andrés Javier Villa aprende a cortar y soldar con el arco eléctrico y el soplete de acetileno y a gas, así como a tratar con ácidos para dar coloración y tonalidad al hierro y al acero. Y, en especial, a captar y ser sensible a las posibilidades expresivas del metal, practicar el gesto escultórico para dar con los puntos de enlace entre la física de los materiales y la intuición de lo que se debe soldar y así realizar composiciones a modo de dibujos en el aire. En una conferencia impartida en octubre de 1990 en el Latin American Studies Program, en Cornell University, con el título “Ventura y aventura de la literatura como creación”, expresa alguna de sus ideas sobre el espacio poético y escultórico:
“No se trata, pues, de antítesis o alternativas entre la forma espacial y temporal pues esa noción induce al error de considerar lo espacial como algo estático. Las metáforas son imágenes espaciales, ideas descritas que se experimentan en tempos, esto es, se sitúan en momentos, intervalos, secuencias y continuidades. Lo relevante es la interpenetración, incluso transgresión de límites, entre el espacio y el tiempo, desde la lectura que transforma la forma espacial en temporal a las analogías y transferencias entre diferentes formas de arte… pasar de la literatura a la escultura, lo cual permite romper los estratos entre lo literal y lo figurativo, lo explicito y lo implícito, en las palabras y frases pero también en las líneas, curvaturas y volúmenes -regulares, irregulares o en cadencia rítmica- atrapados en el aire, aportando profundidad o generando el efecto Moebius…”
A su regreso a España monta un taller en el garaje y en el jardín de la casa, y con un yunque, y un kit de soldadura, más un sinfín de herramientas de todo tipo, martillos, cinceles, gubias, lijas, cizallas, realiza su proyecto de atrapar el espacio entreverado de naturaleza usando la expresividad virtual del metal, la maleabilidad y la oxidación. Así recorta y realiza soldaduras en puntos aleatorios de las piezas de hierro y acero para dibujar líneas, curvaturas, torsiones ondulantes y matices de color que aporten el efecto de sutileza y energía. Esta intensificación perceptiva de formas naturales, sean visibles o imaginadas, busca activar impresiones estéticas de relación inversa entre la materia inorgánica y orgánica al adquirir el duro metal, ya dúctil y maleable, la sensación de ligereza, suavidad y calidez.
Las esculturas metálicas se dividen en varias series de las cuales se distinguen tres: Durvillaea Antarctica, Animales míticos y Lunas. La primera de clara referencia a un alga antártica no busca representar su aspecto inmediato, sino expresar la belleza del movimiento oscilante a base de líneas y curvas ondulantes compuestas de franjas de metal torsionadas en formas y volúmenes diferentes a la vez que, al ser tratadas químicamente, adquieren los matices de luz que se reflejan bajo el agua al filtrarse el sol.
Este biomorfismo crece imaginativamente de lo vegetal a lo animal, y de la serie de Animales Míticos destacan el algar metamórfico, el toro de mar y la medusa. Aquí la fuerza se manifiesta en el peso y la frontalidad del corte estricto del hierro aunque no deja de buscarse la profundidad y el movimiento en las espirales abiertas que guían el cuerpo, así como en las ondulaciones suaves entorno al círculo abierto de la cabeza de la medusa.



Las lunas constituyen una expresión de los ciclos y la sexualidad de la Mater-materia. Composiciones donde se conjugan las superficies planas y las circunferencias de hierro aportando el grosor de los cortes la sensación de peso y fuerza de la materia –mater– mientras los espacios abiertos y el encaje de las piezas y los fragmentos suministran el efecto de fusiones a través del aire y su conversión en energía vital. Busca expresar en estas esculturas la sensación pacificadora que inspira la unidad de la vida -magna Mater- implicando subversivamente lo metálico como la materia capaz de simbolizar y activar esa posibilidad.
Esta serie es la que más alusiones aporta entre la escritura poética y la escultura metálica y también más repercusión ha tenido en el mundo artístico. Con motivo de esas “Lunas” en escultura y poesía se hizo una exposición-homenaje en octubre del 2014 en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Barcelona. Con el título “Cinco visiones de Grabado para un poeta, Andrés Javier Villa” el acto fue presentado por José Corredor Matheos y los grabados realizados por Anna Rabal, Luisa Garcia-Muro, Paloma González, Carmen Riera.
En el territorio de la escultura del siglo XXI, la proliferación de lenguajes, estilos y materiales, así como los nomadismos y los post-ismos, hacen difícil clasificar estrictamente cualquier obra. Aún careciendo de un anclaje preciso, el trasfondo ideativo e imaginario de su obra cabe situarlo en el expresionismo orgánico, entre abstracto y figurativo. Sin mediar ideales de época, bien lejos de la furia o angustia del grito expresionista y sin forzar una crítica ecológica, su formación antropológica y su vocación botánica, especialmente los árboles y la vegetación marina, orientan su interés expresivo por la disolución de las dicotomías: naturaleza-cultura, orgánico-inorgánico, fuerza-delicadeza, naturaleza salvaje y tecno-mítica, a través de la transfusión sensorial entre materia y representación para liberar energía estética. Y así abrir espacios interiores donde la emoción y las sensaciones encuentren cauces lejos del control de cualquier canon.
Si no fuera porque las tecnologías avanzadas y la narrativa mítica concurren en diluir límites y abrirse a nuevas fusiones, esta voluntad de con-fusión estética no dejaría de ser simplemente una insinuación poética o quizás un simple rasgo de transterrado. Sin embargo, en esas narrativas la unidad y la reversibilidad de los materiales y los elementos orgánicos encuentran expresión en la metalización envolvente de objetos y personajes que se transfunden entre sí. Y más allá de la mítica, las dicotomías y los límites en la evolución tecnocientífica se diluyen pasando a constituir versiones abiertas y sistémicas cuyo interés no es cómo es el mundo, sino como puede llegar a ser, el arte de lo posible, siendo exponentes la vida artificial y la biocompatibilidad de la vida y la materia.
En su obra, Andrés Javier Villa busca que el poema y la escultura no sean una expresión fija e inmutable de significados, sino un dialogo interior en el que las palabras y las formas constituyan materia indefinida a captar y respirar a modo de “imágenes o surcos en el aire”. Los versos y las formas envolventes y dinámicas de las esculturas no tienen otro fin que la dialógica de impulsar al lector y al espectador a evocar y moverse alrededor experimentando versiones múltiples y sensaciones estéticas diversas. De ahí el interés de su concepción abierta e indefinida no sólo por activar la imaginación estética relativa a la compatibilidad probable entre la vida y la materia sino también la imaginación moral en busca de propagar el arte diverso y plural, bien lejos de la obturación del canon, como potencial de colaboración solidaria con la naturaleza y la sociedad.
En el Proemio de las Bregarias (1987) dice así:
no navego cuando escribo
por mares fugaces de luz;
simplemente yo respiro
las imágenes que encuentro.
soy ni más ni menos artesano
labrador de mis adverbios;
culpable forjador de los metales
de este tiempo irreversible
y familiar que llamo vida.